miércoles, 11 de mayo de 2016

CAPITULO 13: PARTE III EL MIEDO A LA REDENCION

Tal vez te preguntes por qué es tan crucial que observes tu odio y te des cuenta de su magnitud. Pero en tu trastornado estado mental no le tienes miedo  al miedo. No te gusta, pero tú deseo de atacar no es lo que realmente te asusta. No es de la crucifixión de lo que realmente tienes miedo. Lo que verdaderamente te aterra es la redención.

Bajo los tenebrosos cimientos del ego yace el recuerdo de Dios y de eso es de lo que realmente tienes miedo. El miedo al ataque no es nada en comparación al miedo que le tienes al amor. Te das cuenta de que al despejar la tenebrosa nube que lo oculta, el amor por tu padre te impulsaría a contestar su llamada y llegar al Cielo de un salto.

Honestamente, no te es más difícil decir te quiero que te odio? Asocias al amor con la debilidad y el odio con la fuerza, y te parece que tu verdadero poder es realmente tu debilidad.

Has construido todo tu demente sistema de pensamiento porque crees que estarías desamparado en Presencia de Dios, y quieres salvarte de Su Amor porque crees que este te aniquilaría. Te has válido del mundo, para encubrir tu amor, y cuánto más te adentras en los tenebrosos cimientos del ego, más te acercas al amor que yace allí oculto. Y eso es lo que más te asusta.

Puedes aceptar la demencia porque es obra tuya pero no puedes aceptar el amor porque lo creo Dios. Prefieres ser esclavo de la crucifixion que ser un hijo de Dios redimido. Tienes más miedo de Dios que del ego, y el amor no puede entrar donde no se le da la bienvenida. Pero el odio si que puede.

Mira de frente tus ilusiones y no las sigas ocultando, pues no descansan sobre sus propios cimientos. Debajo de ellas se encuentra la mente amorosa que creyó haberlas engendrado con irá. Y el dolor de esta mente es tan obvio cuando se descubre que la necesidad de ser sanada es innegable.

La visión del espíritu Santo es misericordiosa y su remedio no se hace esperar.no ocultes el sufrimiento y ofrecérselo. Deposita ante el todo tu dolor y deja que el te cure. Sanará cada pensamiento insignificante que hayas guardado para herirte a ti mismo y lo restituirá a la grandeza de Dios.

Lo único que deseas hacer es unirte al padre. Encontrarás ese lugar donde vive la verdad a medida que lo veas en tus hermanos, ellos también desean la grandeza que también se encuentra en ellos.

Salvale de sus ilusiones para que puedas aceptar la magnificencia de tu padre jubilosamente y en paz. No excluyas a nadie o estarás ocultando un tenebroso lugar de tu mente donde se le niega la bienvenida al Espíritu Santo. De este modo te excluiras a ti mismo de su poder sanador, al no ofrecer el amor total no podrás sanar.

Prefieres la separacion a la cordura. Estabas en paz hasta que le pediste a Dios un favor especial que no te dio.  Y tu paz quedó destruida. Temiste lo que hiciste y más de tu padre al haber atacado tu igualdad con el.

Cuando estabas en paz no pedías nada y no necesitabas nada. Cuando te declaraste en guerra lo exigiste todo y no encontraste nada. Una mente tenebrosa no puede vivir en la luz y busca un lugar tenebroso donde creer que está aunque no sea así.

Singularizar es aislar y causa soledad. lo único que Dios te negó fue tu petición de dolor, pues el sufrimiento no forma parte de su reino. No es posible oír su respuesta sin renunciar a la demencia.

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